Reflexiones sobre
el diseño estratégico
Por Ana Espejo
Detrás de un éxito hay un proceso bien gestionado. Aunque muchos de sus elementos pueden sistematizarse, entender el diseño estratégico como un conjunto de herramientas y metodologías que se pueden aplicar sin importar cuál sea el reto, es empobrecerlo y desperdiciar todas sus posibilidades. El diseño estratégico es una forma de ver, entender e intervenir en la realidad, un proceso vivo, abierto a cambios, de naturaleza interdisciplinaria, cuya capacidad principal es nutrir e impulsar la creatividad.
Claves de su potencial
A través del diseño estratégico aportamos valor estable a las organizaciones. Diseñamos productos, servicios y todo lo relativo a las compañías que los producen, aspectos estructurales como su forma de organizarse, o aspectos más abstractos como su cultura o su propósito y la conexión de este con su discurso. Todo es susceptible de rediseñarse desde la disciplina.
Existe una concepción generalizada del diseño estratégico como un conjunto de herramientas y metodologías que ayudan a diseñar, a innovar. Pero los años de práctica y el observar la realidad social y de las empresas permiten tener otra visión de la disciplina, más sofisticada e interesante, que extrae todo su potencial: pensarla y practicarla como un proceso, que aporta la complejidad de lo real a las organizaciones. Porque estas, a base de sistematizar sus procesos e intentar constantemente la máxima eficiencia con la mínima intervención, han tendido a mecanizarse.
Por este motivo encontramos hoy día una propuesta recurrente en el mundo del diseño estratégico, pero no solo, de humanizar las empresas, porque tras años de eficientarlo todo, se han ido esclerotizando, un proceso de pérdida de conexión con la sociedad y consigo mismas. Y es que trabajar mecánicamente implica que has automatizado tu pensamiento. Esta realidad para muchas organizaciones es un problema que resolver con urgencia porque afecta a la vida de las personas que trabajan en ellas, a la relevancia de lo que la compañía ofrece a la sociedad y por tanto a su supervivencia.
Tres claves para abordarlo
1
Conectar con la sociedad
Trabajamos fundamentalmente el cambio, la necesidad de abordarlo y cómo hacerlo posible. Esto significa comprenderlo en profundidad y descomplejizarlo para que las empresas puedan abanderarlo e integrarlo.
2
Conectar con los sistemas
El ámbito del diseño estratégico es complejísimo. Decía que cualquier proyecto de diseño estratégico implica el encargo de abordar un cambio y para que el cambio suceda, lo que propongamos debe ser real, compartido y escalable porque es necesario que esté diseñado para ser asumido por la organización. Pero la organización no es más que un conjunto de individuos que interactúan en torno a procesos. Para intervenirla debemos saber trabajar con personas y con intangibles, su psicología, sus visiones y sensibilidades, valores, creencias, miedos e incertidumbres y cómo influyen en aspectos muy concretos, variables relativas al negocio, a la organización y sus procesos.
3
Conectar con los demás
La visión de conjunto, cuando es legítima, tiene texturas porque representa a otros. La empatía y la humildad permiten ampliar la mirada y que sea también más profunda, para poder establecer relaciones entre ideas y sensibilidades distintas, para que el resultado sea un proceso de cocreación.