La paradoja del mañana: el desafío de dar forma a lo que aún no existe
El futuro es una promesa que nunca termina de cumplirse, pero el ahora es real, tangible, y está en nuestras...
¿Y si el futuro no se imaginara, sino que se practicara? En este artículo, Ana Espejo (Komons) comparte diez claves para un diseño estratégico más humano, nacido de la investigación de campo y de lo que ya está ocurriendo en la vida cotidiana. Una invitación a repensar el diseño como herramienta para acompañar, cuidar y construir futuros posibles desde lo real.
Cada vez más profesionales del diseño sienten la necesidad de responder a lo que la sociedad realmente necesita. Propongo diez claves para quienes quieran orientar su trabajo de diseño hacia una forma de innovación más conectada con la realidad. Son un resumen de aprendizajes procedentes de investigación de campo sobre qué futuros imaginamos, donde decenas de conversaciones han mostrado que el futuro que inquieta no es solo tecnológico o económico, sino profundamente humano.
Vivimos un momento de agotamiento: falta de tiempo, saturación informativa, sensación de incertidumbre. Este clima influye más en cómo las personas se relacionan con los proyectos que cualquier tecnología emergente.
Comprender este estado de ánimo colectivo es primordial para diseñar mejor.
Los cambios sistémicos no aparecen de repente: crecen desde mejoras pequeñas pero sostenidas.
Diseñar conectado con la realidad es eso: hacer un poco mejor lo que ya existe, sin buscar un gran salto futurista.
En muchos barrios, escuelas y comunidades hay ideas que están produciendo bienestar y presentes que son, en sí mismos, futuro.
Lo más útil siempre es observar esas prácticas existentes que demuestran que otras formas de vivir ya están en marcha.
Cada vez es más evidente que el bienestar personal depende de lo comunitario: quién me escucha, quién me apoya, con quién comparto mi tiempo.
El futuro que muchas personas desearían se acerca más a tener vínculos que a tener cosas.
Diseñar proyectos que apoyen relaciones es una forma de avanzar hacia un futuro deseable por una mayoría.
El futuro se ensaya en lugares sencillos: una plaza, un mercado, un club deportivo, un comedor escolar.
Los proyectos que empiezan donde la vida ya ocurre tienen más posibilidades de arraigar.
Una actividad puntual puede emocionar, pero un espacio estable transforma: bibliotecas activas, asociaciones culturales, comunidades de aprendizaje, centros vecinales.
Son las infraestructuras el sustrato fértil donde pueden arraigar las cosas.
En la labor de investigación aparece de forma constante como aprendizaje central: las personas para las que se diseña son las que saben. No es cuestión de recopilar datos, sino de crear condiciones que favorezcan o impulsen lo que ya está en marcha.
Lo digital permite mucho, pero no todo.
Crece la sensación de que necesitamos volver a vernos: que el contacto humano y la presencia aportan una calidad relacional que no se da igual en lo online.
Interpretamos al otro mejor cuando compartimos espacio, ritmo y cuerpo, y eso es clave para innovar.
La investigación muestra que cuando solo se habla del desastre, se genera sensación de impotencia.
Contar historias donde algo mejora —aunque sea pequeño— ayuda a que más personas se sumen y se sientan capaces de contribuir.
La esperanza se vuelve práctica colectiva cuando se la reconoce y amplifica.
Muchos cambios relevantes aparecen cuando se juntan comunidades, instituciones, organizaciones, cultura, empresas…
No para llegar más lejos solo, sino para llegar mejor acompañados.
Las alianzas hacen que el impacto se distribuya, se traduzca y se sostenga en el tiempo.
A partir de todas estas conversaciones y aprendizajes, podría decirse que el futuro no se predice: se practica, se diseña con la gente y en la vida real.
El diseño estratégico es una herramienta poderosa para ensayar y extender futuros que merezcan la pena si ponemos el foco en lo posible: lo que vemos si miramos alrededor y queremos que siga con nosotros.
En todo hay diseño, en la cultura, la política, las relaciones… pero pocas veces trascendemos a la visión técnica de la disciplina y tomamos conciencia de la capacidad que tiene el propio “acto de diseñar”. El ser humano es el único capaz de llevar a cabo esta tarea. A diferencia de lo que hayas podido escuchar, el diseño estratégico no es ningún milagro, ni una fórmula mágica para innovar, pero es una base sólida, necesaria y clave a día de hoy.
Para profundizar en esta tarea, para investigar y planificar con eficacia, este curso de 65 horas bucea por los entresijos del oficio y pone a tu servicio una visión depurada y contemporánea en torno a diseño estratégico. Puedes ver programa del Curso de Diseño Estratégico.
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