¿Seremos dueños de nuestro futuro o dejaremos que nos lo dicte una IA General?

En un mundo en que la Inteligencia Artificial cada vez está más presente, cada vez son más las preguntas que nos hacemos sobre cómo y para qué usarlas.

Invitamos a Sonia García, Sr Digital & Product Designer en Hanzo, para que nos hable de todas esas posibilidades y de su propia experiencia con estas nuevas herramientas y tecnologías. 

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El título de este artículo incluye en sí mismo muchas otras preguntas o reflexiones que afectan a diferentes ámbitos y que se agolpan en mi cabeza. Empiezo por el principio ¿quién tiene la propiedad o el derecho de explotación de lo producido por una Inteligencia Artificial? ¿Ese derecho de propiedad o autoría seguirá siendo relevante en 20-50 años? Nuestro futuro, ¿es uno o son múltiples?, ¿es de todos o de quién lo define? ¿Quién está ganando hoy terreno en el desarrollo de tecnologías avanzadas y qué implicaciones tiene? ¿se están considerando todas las perspectivas necesarias e importantes? ¿Qué poder estamos dejando en manos de compañías que gestionan ingentes cantidades de nuestros datos? ¿Una Inteligencia Artificial General (IAG) sería capaz de gobernarnos con justicia y equidad o sería una especie de autocracia sin límites cuando se dé la singularidad?¿Es real la idea de que exista una IAG que funcione mediante redes neuronales como hace un cerebro humano? ¿Cómo debería ser esa IAG para que no perjudique a nadie, elimine la desigualdad y no enriquezca sólo a unos pocos?¿Nos mueve a todos lo mismo, el bien común?

Desde comienzos del siglo pasado, el género de ciencia ficción ha especulado e imaginado distopías y sucesos irreales alrededor de las ciencias físicas, naturales y sociales, que, gracias a los avances técnicos propiciados por la era de la imagen en la que vivimos, parecen haberse multiplicado. Pero pienso que también este crecimiento se debe a la mezcla de curiosidad e incertidumbre que suscitan los avances tecnológicos y la velocidad de los cambios que afrontamos en la actualidad. La imaginación se ha disparado y triunfan los contenidos que narran situaciones irreales o distópicas como en la serie Black Mirror. El pensamiento de escenarios extremos que amplifican señales que podemos observar hoy, es un gran campo para la especulación y la creación de grandes historias.

Justo mientras escribo, El País publica un artículo sobre las implicaciones que tiene el auge de la Inteligencia Artificial y su integración en herramientas de uso cotidiano como Gmail. Esta incorporación supone un uso exponencial de esta tecnología y por lo tanto de una gran cantidad de procesadores que, desde una perspectiva energética, multiplican su consumo vertiginosamente. Algo sobre lo que pensar ya que, lejos de ser etérea, el uso de Inteligencias Artificiales hoy día tiene implicaciones físicas importantes, como convertir al sector tecnológico en el responsable del 14% de las emisiones de efecto invernadero en 2040. Aparte de disparar nuestra imaginación sobre la creación de distopías y diseño ficción, parece que este boom tiene algunas consecuencias importantes y mensurables a corto plazo. También es cierto que se espera una optimización de la necesidad de procesamiento con algoritmos más simplificados que reduzcan la demanda de energía, espero que en el corto plazo.

Las Inteligencias Artificiales se han hecho omnipresentes en este arranque de 2023. Puede ser que para una gran parte de la población pase inadvertido o tarde en tener tanta presencia, pero para los que trabajamos en tecnología y profesiones creativas, nos hemos visto envueltos en una vorágine de información, herramientas, plugins y updates a los que prestar atención sin perder un minuto. Y este desembarco nos ha puesto de frente en lo que era el futuro. “Ya están aquiiiiii….” que diría Carol Ann, la niña protagonista de Poltergeist (1982). Aunque ella se refería a los espectros, no puedo evitar escucharla en mi mente, quizá porque las narrativas contemporáneas sobre la Inteligencia Artificial tengan algo de espectrales.

Viendo este panorama, recalar en el pensamiento de futuros me parece inevitable. La reflexión acerca de cómo y para qué usar estas tecnologías es básica, pero también lo es pensar en cómo modifican varios aspectos que no debemos obviar, como por ejemplo el consumo de energía o el desplazamiento de lo que tomamos como aceptable y su impacto en nuestro comportamiento (cómo puedes convivir con los deep fakes sin volverte paranoico, por ejemplo).

Como plantean en la serie Humans (2015), si dotamos de sentimientos a una inteligencia artificial muy avanzada, se podría sentar el debate sobre sus derechos como ciudadanos. Otras ideas más locas, como ser gobernados por Inteligencia Artificial, no parecen tan lejanas aunque veo bastantes dificultades en su implementación. Por poner un ejemplo, realista, que una Inteligencia Artificial diagnostique una enfermedad como por ejemplo un melanoma con una probabilidad de acierto del 98%, mayor que la de un gabinete médico, cambia bastante la película. Esto no es blanco o negro, hay toda una gama de grises y que no querría que me distrajesen del foco principal: nuestra capacidad para determinar el futuro o futuros del planeta y los seres vivos que lo habitamos, con o sin tecnologías avanzadas. Confío en que este “desmadre” tecnológico (por llamarlo de alguna manera) nos ayude a identificar y elevar lo que nos hace genuinos como seres humanos y nos ayude en la recuperación de los ecosistemas.

Uno de los primeros contactos que tuve en mi infancia con las distopías fue con el libro Momo (Michael Ende, 1973) en el que una niña pobre que vivía en la calle luchaba contra los hombres grises, representantes de la Caja de Ahorros del Tiempo, que hipnotizaban de alguna manera a las personas para ser altamente productivas y no perder el tiempo con conversaciones, lecturas o cualquier otra actividad de ocio, eliminando el sentido de la amistad, el amor o el juego. Lo traigo aquí hoy porque estoy leyéndolo a mi hija y me está haciendo reflexionar mucho sobre dónde estamos: aumento de la productividad, eficiencia tecnológica, crecimiento económico, crisis,… Como dice Javier Montañés en su artículo en este mismo blog, “cuidado con las profecías autocumplidas, el futuro es el espejo del presente”.

Un futuro que creo que va a ser muchísimo más complejo de lo que alcanzamos a imaginar hoy y que no se va a materializar, simplificando para que nos entendamos, en un robot que te haga la cena, sino que los intereses pueden ser mucho más enrevesados. Por eso pienso, la educación en diseño de futuros, prospección o estudios de futuros, me parece básica en la formación de cualquier disciplina, ya sea a través de la ética o de miradas estratégicas más humanistas y no basadas en la productividad. Se trata de ser consecuentes con nuestras creaciones y tomar la responsabilidad de reparar los daños que generamos, mientras pensamos en los que vienen detrás de nosotros.

Como diseñadora, he visto modificarse la profesión muchísimo desde 2003, cuando comenzaba a usar Illustrator, Freehand y Flash. En arquitectura la llegada de herramientas de dibujo paramétrico hizo que arquitectos como Zaha Hadid diseñara edificios que hasta entonces eran impensables o al menos muy difíciles de calcular. Diría que ahora nos encontramos con otro set de herramientas que también modificarán el resultado de lo que diseñemos, creará nuevos lenguajes y tendencias. Pero más allá de los resultados, también modificará nuestros roles que tendrán que adaptarse a nuevas necesidades y situaciones.

Le pedí a Chat GPT que me redactara un cierre, pero sólo repetía de manera resumida aquello que he escrito más arriba, incapaz de articular una reflexión que pudiera concluir este artículo. Así que concluyo yo: pensar el futuro, “diseñarlo” o influirlo, considero que es una de las disciplinas estratégicas más importantes en la actualidad y que es muy interesante conocer los diferentes frameworks y herramientas que lo facilitan, para cualquier ámbito profesional, no sólo para el diseño. Espero que esa amplificación de capacidades que suponen las promesas de la Inteligencia Artificial realmente mejoren el mundo, que buena falta nos hace.

Sonia García

Senior Digital Product and Service Design. Design Lead en Hanzo Studio
Mentora MA. Diseño de producto digital avanzado

Desde hace más de 15 años trabaja como diseñadora y responsable de producto digital para primeras marcas nacionales y startups. Gracias a su experiencia ha desarrollado una visión transversal del diseño que le permite acompañar desde el origen de la idea hasta su puesta en producción y explotación en diferentes plataformas tecnológicas sin perder foco en el usuario. En su portfolio se encuentran clientes como Muno, Savia, BBVA, Meliá, Air Europa o La Casa del Libro.

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