Cómo (y por qué) organizar tus proyectos de diseño en Notion
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En el imaginario popular, una persona crítica es aquella que tiene un criterio propio, fuerte y ágil ante cualquier tema, que se apresura a posicionarse en toda conversación o, incluso, que es capaz de ver lo puntos flacos de cualquier tema. Este es un perfil típico en el mundo empresarial, en ambientes creativos y de diseño y sí, por qué no, también en nuestros grupos de amigos. Y, para dejarlo claro desde el principio, no describe en absoluto al pensador crítico del que hablaremos aquí.
En 1910, el pensador y pedagogo John Dewey, en su libro Cómo pensamos, nos habló de una de las esencias del pensamiento crítico: la suspensión del juicio. Con esta declaración de intenciones podemos comenzar a cambiar por completo nuestra mirada cliché acerca de esta capacidad. Ser capaz de pensar críticamente es, pues, ser capaz de parar, detener la inercia de nuestra mente, el torrente de juicios y posicionamientos aprendidos, sesgados y preconfigurados y darnos el justo espacio para observar y mirar desde otro lugar y con asombro lo que tenemos delante. Heidegger nos decía que al asombrarnos ante un objeto nos demoramos en nosotros mismos. Repara aquí en una mirada pausada que observa lo externo con detenimiento a la vez que se gira hacia sí misma para cuestionarse y conocerse. Esperar, demorarse o asombrarse son palabras arrinconadas y denostadas en nuestras sociedades actuales en las que peleamos por llegar los primeros y saberlo todo.
Decía Ortega y Gasset que el problema es que no sabemos lo que nos pasa. Y ese es nuestro mal endémico: dar respuestas y soluciones a lo que no comprendemos. Para saber lo que nos pasa, lo que pasa, es necesaria una calma sostenida que nos ayude a definir bien la pregunta. O, como a los filósofos nos gusta decir, el problema. Es decir, el ser humano es arrojado al mundo e interpelado desde el comienzo para actuar en él. Para entenderlo, darle sentido, actuar sobre él, se plantea preguntas, problemas. Nos hemos acostumbrados demasiado a las soluciones fáciles, rápidas, ya conocidas. Pero nuestro verdadero hogar como seres humanos son los problemas. La pregunta es casa. Algunos problemas tendrán soluciones y otros no. Pero necesitamos parar para definir adecuadamente los problemas que nos asolan, para enfocarlos mejor a través de preguntas. Estas representan las únicas llaves posibles para la creatividad y el avance de la humanidad.
Una vez que hemos abierto la puerta a la actitud crítica de suspensión del juicio y al ejercicio del buen preguntar, el camino del pensamiento crítico nos habla de la integración de una serie de elementos en el proceso. Pensar críticamente no consiste en simplificar la realidad, ni en argumentar agresivamente, ni en analizar unos fríos datos para llegar a conclusiones. Tampoco puede excluir el reconocimiento de nuestra perspectiva y de nuestros sesgos y las consecuencias en el mundo real de llevar a cabo nuestros pensamientos. No puede versar de aniquilar o controlar lo que sentimos ni de obviar la ética desde la que reflexionamos.
En el proceso humano de pensar hay diversos elementos que intervienen, por tanto, el pensamiento crítico consiste en ser más conscientes de los elementos que influyen, de cómo influyen y de en qué condiciones debemos tenerlos en cuenta. Pongamos un ejemplo. Hace poco en una formación se planteó el siguiente problema: la dificultad para retener el talento. Si queremos pensar este asunto valiéndonos de un buen proceso crítico deberemos empezar por definir bien cuál es el problema que se quiere abordar. Tras varios intentos, el grupo dio con la pregunta: ¿qué razones no económicas hacen que los trabajadores abandonen la empresa? Esta definición nos ofrece una pregunta más enfocada. Una vez que contamos con una primera definición, nos tendremos que preguntar con qué información contamos y cuál nos falta, tendremos que tratar de cuestionar los sesgos y los supuestos que realizo cuando estoy preguntando y contestando esta pregunta, también necesitaremos entrar en contacto con las emociones que suscita este tema (para los que responden y para los trabajadores involucrados), necesitamos también identificar los valores desde los que enfoco la investigación, etc. Es decir, el pensamiento crítico pasa por no reducir el proceso de pensar a un mero análisis frío de datos o a movimientos impulsivos sin cuestionamiento.
En 1994, el neurocientífico António Damásio en su libro El error de Descartes llamaba la atención sobre los procesos racionales y emocionales que tenían lugar cuando tomamos decisiones. Nos decía:
Y nos relata el famoso caso de Phineas Cage, un minero ejemplar en su trabajo y con sus compañeros que sobrevive a un accidente donde una barra de hierro le atraviesa el cerebro dañando áreas relacionadas con las emociones y la conducta moral pero quedando intactas sus funciones cognitivas. A pesar de esto, tras el accidente, el minero se vuelve despiadado y errático. Esto muestra cómo el buen pensamiento prospera gracias a una combinación de elementos cognitivos y otros emocionales y éticos. Hasta podríamos decir que el verdadero pensamiento crítico pone en jaque un concepto de racionalidad estrecho que la humanidad ha adoptado durante demasiado tiempo.
En 1947, los filósofos Horkheimer y Adorno publican un libro, La Dialéctica de la Ilustración, donde critican precisamente ese concepto de razón que se alejó del sentido y la sensibilidad y se acercó al cálculo, al proceso, a la operación. Una razón a la que le ha interesado dominar los recursos y maximizar procesos para llegar a objetivos. En esa razón todo son medios, incluso nosotros.
Necesitamos un concepto de racionalidad ampliado donde podamos acoger también la sabiduría de otras áreas de conocimiento: la poesía, el arte, el cuerpo… Quizá una razón sensible… Finalmente, el pensamiento crítico tampoco se hace solo, echemos por tierra el mito del genio solitario. Se piensa en colectivo, con los demás y desde los demás. Es vital incluir a los que están presentes e involucrados, pero también los sentires y pensares relevantes de los ausentes y excluidos.
En definitiva, pensar críticamente nos exige dar un paso atrás: suspender el juicio y la carga cognitiva que llevamos de serie y por cultura, para, desde ahí, apostar por la inclusión: de otros pensamientos, otros elementos, otra racionalidad… El pensamiento crítico abraza la complejidad dotando de riqueza y matices nuestros procesos de pensamiento, provocando un alumbramiento de nuevas preguntas e ideas y permitiéndonos abordar con rigor y profundidad los diversos elementos que nos permiten pensar bien.
Filósofa, experta en pensamiento crítico y diálogo socrático. Fue investigadora del CSIC sobre tecnologías convergentes y su impacto filosófico. Comprometida con la difusión de la filosofía en la sociedad y firme defensora de aprender a pensar y a dialogar, cofunda en 2011 Equánima www.equanima.org, una organización filosófica que busca mejorar las habilidades de pensamiento de las organizaciones y los ciudadanos, en la que actualmente ocupa el puesto de CEO. Profesora de ética empresarial en la Urjc. Profesora de escuelas internacionales de negocios e innovación y conferenciante en grandes eventos. Trabaja con grandes empresas y organizaciones proporcionando formación y asesoramiento como filósofa y está implicada en proyectos que recuperan las humanidades y apuestan por un liderazgo humanista en el mundo organizacional. Ha colaborado con frecuencia en medios escritos, especialmente de divulgación de filosofía y divulga un pensar para todos desde su canal de youtube. En 2021 publica su primer ensayo La virtud de pensar. Pensamiento crítico para tiempos revueltos.
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Dirigido por Carmen Bustos (Soulsight) y Ana Espejo (Soulsight)
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